2 de julio de 2008

Los dos: dolor y sufrimiento

Dos años y dos acontecimientos me toman las manos para regresar a Huérfanos.
Juli ha quedado huérfano de padre y es verdad que nadie podrá extirparle ese dolor pero también es cierto que su mamá está con ellos, su familia ha viajado para consolarlos, sus compañeros del cole quieren saber como ser mejores amigos de él en este momento, lo han asistido profesionalmente para ayudarlo y en la escuela se trató el tema en el grado con una psicopedagoga. Este tiempo que separa a Juli de los viejos niños huérfanos ha mejorado notablemente la red de asistencia a este aspecto del sufrimiento.
A los pocos días de lo sucedido con Juli recibo en mi casilla de correo un mensaje de una mujer que quería contactarse con alguien de mi apellido que conociera a mi propio padre porque había sido amigo de su mamá y deseaba encontrarlo para reunirlos.
Este hecho, el número dos, trajo a mi papá con su nombre, su apodo y su encanto en el recuerdo de alguien que lo había querido, justito aquí, hasta la misma pantalla donde intentaba escribirle a la mamá de Juli.
Y en la ingeniería misteriosa de la vida en la que se combinan los hechos de una única manera y a propósito: sucedió que el encuentro de esas dos experiencias ocurridas dejó ver el alcance de estas palabras de Santiago Kovladoff a raíz de su libro "El enigma del sufrimiento" a quien escuché el domingo pasado en una entrevista con Osvaldo Quiroga.
"El sufrimiento remite a cargar con un peso. Implica eso, el sobrellevar, mientras que el dolor no implica ese acto de sostenimiento de un padecer: implica simplemente la intensidad del padecer. Tuve la intuición de que una subjetividad se constituye en plenitud cuando transita el dolor, entendido como un padecimiento que destituye al sujeto, que lo quebranta, que lo desorienta y al sufrimiento, entendido como lo que puedo cargar sobre mis hombros. Sin que el peso deje de ser la huella de un padecimiento, yo recupero, al trabajarlo, un protagonismo que había perdido en el dolor". "Yo no quise contraponer el dolor a la alegría. Quise contraponerlo al sufrimiento, porque el sufrimiento connota templanza, y la templanza, una posible realización del sujeto. Pero no en forma definitiva, sino como una tarea que puede brindar a veces sosiego y a veces, incluso, alegría. No me pareció que la antítesis del dolor fuera la alegría entendida como la ausencia de dolor. No hay olvido posible. Lo que hay es una cierta atemperación, un apaciguamiento de la intensidad del dolor."
Si un sentido tenía este Blog era buscar el camino de la atemperación para mis hermanos, para mi y para los Julis. Y en estos dos años, integrando experiencias que no domino pero que ahora puedo notar voy volviendo al ruedo con más esperanza que aquella primera vez.

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