16 de junio de 2005

¿A quien?

(...) Mi madre no era "una mujer". Era mi madre, era la sonrisa; era la voz de mi lengua materna, que no era el francés; ella me parecía más bien un joven, o una joven; además ella era extranjera; era mi hija; mujer era en tanto le faltaban la astucia, la maldad, el apego por el dinero, la ferocidad calculadora del mundo de los hombres; en tanto desarmada. Ella me daba ganas de ser un hombre, un justo como en la Biblia - para batirme contra los malos, los machos, los tramposos, los mercaderes, los explotadores. Fui su caballero. Pero estaba triste. Ser un hombre, incluso un justo, me pesaba. Y no podía ser una mujer "femenina". Hay guerras justas. Pero qué pesada es la armadura!.

Helene Cixous
La Venida a la Escritura
Fragmentos

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